Bielsa tenía razón: desde los tronos del Imperio Económico también quieren formar parte.

En el barrio el espectáculo deportivo se gesta en canchas de tierra, con arcos chicos hechos con dos piedras y sin arquero. En donde el premio es el pancho y la coca. En donde el mayor temor es que la pelota se vaya al patio del vecino. Un fútbol en donde lo que solo importa son los protagonistas. 

Pero allá afuera, desde la perspectiva de quienes ven todo como mercado, existe otro fútbol. Uno donde hay más protagonistas fuera que dentro de la cancha. Un fútbol donde el mayor temor es perderse el negocio y el premio es hacer uno bueno. Gestan un espectáculo deportivo en el seno del dinero. 

Y donde hay dinero (mucho), hay, por tanto, poder. 


Por eso, no es extraño que aquel 2 de diciembre de 2010, en una inédita doble votación, en la que se eligieron a Rusia y Qatar como sedes de los mundiales 2018 y 2022, Estados Unidos y el FBI comenzaron su disputa por el poder. 

La avanzada estadounidense culminó el 27 de marzo de 2015, cuando el FBI detuvo a 7 dirigentes de la federación ante los ojos del mundo. A ellos, más tarde, se le sumarían 11 dirigentes más de la FIFA. 

Los 18 detenidos eran latinoamericanos, caribeños o estadounidenses. Ningún dirigente europeo fue encarcelado por este escándalo. ¿Por qué? Simplemente porque los presidentes de federaciones europeas eran, además, grandes empresarios y magnates. Entre zorros no se iban a pisar la cola, ¿no?.

Esta cierta corrupción dentro de la FIFA le permitió a Estados Unidos ejecutar su estrategia imperialista y hacerse con el control del comercio y el poder detrás del fútbol. Un deporte que genera 200 mil millones de dólares anuales, lo mismo que el patrimonio de Elon Musk o Vladimir Putin. 

Ahora bien, el fútbol no solo le interesa a mucha gente, sino que además interesa a gente muy diferente. Es una pasión compartida por muchas personas, independientemente de su profesión, su clase social, o su ideología. 

Tiende a pasarse por alto y a mi me parece relevante: Mussolini, Hitler, Franco y Videla usaron el fútbol como cortina de humo para ocultar la realidad existente en cada país. Al ser el deporte con mayor acogida y notoriedad en todo el mundo, hay quienes utilizan esta práctica deportiva como propaganda política. 


Tal vez fútbol y política solo importan porque mientras el primero satisface aspiraciones colectivas, el segundo siempre aspira a esa felicidad colectiva. Lo cierto es que nuestro equipo es nuestro equipo sin justificación y queremos que el fútbol sea tal y como es en el barrio, un epicentro de rodillas raspadas, no un epicentro del poder comercial e influencia económica y política.


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