Crear un horizonte

La idea detrás del aleteo

Todo mensaje es producto de su tiempo, y los nuestros son años de sometimiento a la gravedad. Crecimos en caída libre, libres para seguir cayendo hacia un destino inevitable que, siendo fruto de la resignación, es merecedor de sospecha. La teoría del fin de la historia, aunque herida, logró deslizarse sigilosa bajo el inconsciente, y con ella llegó el fin de los grandes relatos. Educados entre parámetros seguros, se disiparon las utopías y las voluntades colectivas, dando lugar a un realismo individualista y dogmático en el que el “cómo” se impuso al “por qué”.

Como ráfagas tempestuosas nos arrastran dinámicas que escapan a nuestro entendimiento. Silban a través de las ruinas de viejas estructuras que organizaban la vida, y que hoy dan paso a lo incierto. Los planes y las expectativas resultan insostenibles, el tiempo y los deseos están en manos de algoritmos, y las verdades se multiplican a costa de los consensos. Como la destrucción del planeta debido a la crisis ambiental, infinitud de catástrofes se presentan como un destino manifiesto. Las epidemias que atravesamos en materia de estrés, depresión y demás trastornos psicológicos, así como los bucles en que nuestra historia cae ante la desmemoria, son producto del realismo y la resignación. En este escenario de profecías autocumplidas, el aleteo se presenta como una voluntad revolucionaria, configurando un esfuerzo para resistir ante la inercia.

El aleteo implica trabajo, pero también decisión. El sentido común encuentra nuevas formas de sutileza para enmascarar su naturaleza de disputa, alejándonos de la posibilidad de construir sentido. En los cielos no existe sendero, pero ¿qué horizonte aguarda a quien no conoce el camino? ¿cómo construir camino donde no lo hay? Ante la resignación, el aleteo es la construcción de un horizonte, el nacimiento de una nueva utopía. En lugar de la libertad de caer, ejerce la libertad de crear.

Este ejercicio de la agencia propia está anclado en la subjetividad, pero no por ello se vuelve solitario. Para vencer las resistencias del aire e insertarse en sus corrientes, las aves surcan los cielos en conjunto, elaborando precisas formaciones que sirven además de protección contra depredadores. Así como la resignación es individual, la construcción de nuestro volar siempre será colectiva, en búsqueda de un destino plural.

Tomar conciencia de la caída es sentir el vértigo de dinámicas de dominación en perfecta vigencia. Es entender el devenir como consecuencia del presente, a partir de asumir la actualidad como consecuencia del pasado. Contra visiones lineales y abstractas de progreso, concebir la caída implica entenderse parte de una historia global de sometimiento y explotación, en una desigualdad que no es natural sino construida. Por cada sentido dictado desde el Norte tiene que haber un aleteo en el Sur, que lo resista o lo considere, pero haciendo uso de su agencia.

Son tiempos de slogan y de discursos superficiales, porque nuestras dinámicas de consumo son solidarias a tales prácticas. El mundo se expande hacia zonas desconocidas, donde la sospecha en la autodeterminación ignora las deficiencias de lo “natural”, y la justificación del status quo se disfraza de conocimiento. Creemos que las realidades siempre son más complejas, sobre todo cuando nos atraviesan como sociedad, pero sabemos que no se puede combatir a la hegemonía desde donde ésta no opera. Para crear un nuevo horizonte se necesita tender puentes entre la academia y la calle, entre el papel y lo digital, entre la idea y la imagen. Hay que dejar de construir pedestales.

Esta construcción de sentidos resulta indisociable del arte, pues este construye y transforma realidades. Es un medio y también un fin en sí mismo, palpitando al ritmo de lo que merece ser sentido. Su lugar son todos los lugares: dentro y fuera de lo disciplinar, y en cierta medida en todas las cosas. Como las palabras, se reinventa en cada persona, siendo capaz de reanimar el espíritu creador y recordarnos que vivimos a través de las emociones. Como una herramienta de cambio y un motivo por el que vivir, el arte se vuelve parte de la esencia del vuelo.

Vamos a construir porque no hay empatía sin conocimiento. Porque creemos que nuestras manos son herramienta suficiente para esculpir un futuro, en lugar de dejarnos arrastrar a él. El diálogo antes que las recetas perfectas, el nosotros antes que el yo para recuperar la humanidad de entre las estatuas que esculpimos. En la era del sobreestímulo, queremos recuperar la sensibilidad. Somos parte de una juventud que, lejos de avergonzarse de ser tal, expresa su naturaleza indómita y tierna en el grito y en la escucha. Un aleteo que construye transformando, con la añoranza de alcanzar, en la lejanía, las repercusiones del de una frágil mariposa.

Grupo Aleteo.