Políticos tiktokers, ministros que llaman a dar “Me Gusta” a publicaciones en contra de sus opositores, debates entre candidatos a presidente sobre si escuchan o no cuarteto, políticas económicas que utilizan como fuente el bot twittero de un supermercado mayorista, son solo algunos de los miles de sucesos inéditos que componen la esfera política argentina del último tiempo. Existimos en una realidad atravesada y determinada por lo digital, y las dinámicas políticas se suman a la larga lista de ejemplos de cómo las relaciones humanas se han transformado a raíz de un avance tecnológico que a veces pareciera dominar todos los aspectos de nuestras vidas.
En el último año, con una elección presidencial de por medio, nos encontramos con la exacerbación definitiva de la política digitalizada. Los gobiernos y funcionarios ya habían incursionado en el uso de redes sociales para potenciar la difusión de su trabajo e ideas, pero lo que estaba ocurriendo era algo más. Las redes sociales dejaron de ser un medio más mediante el cual transmitir los anuncios de siempre y comenzaron a posibilitar un nuevo tipo de lenguaje, que se utilizó para transmitir un contenido político distinto y, de esta forma, llegar a nuevas audiencias.
Lo novedoso fue que el por qué, a través del cómo, terminó por modificar el qué. Esto es, las razones por las que podríamos imaginar que la política eligió incursionar en las redes sociales —llegar a su público más joven— provocaron que los políticos se adaptaran a las reglas y lenguajes de estas, y que a raíz de esa adaptación, se modificara el contenido de sus mensajes, que por la naturaleza algorítmica de estos medios digitales, llegaba a públicos más numerosos si así lo hacía. Una de las primeras figuras que se volcó a los territorios digitales más ajenos para la política argentina, TikTok, fue Horacio Rodríguez Larreta, en octubre de 2020. “Me encanta la ciudad (de Buenos Aires) y soy un apasionado de lo que hago”, manifestaba en su primer video, refiriéndose a su trabajo como Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Pero si avanzamos unos años más hacia el presente, lo que recordamos del Larreta de TikTok son sus videos hablándole directamente a las “swifties” (las fanáticas de Taylor Swift) o intentando utilizar memes para tener más llegada a los jóvenes usuarios de la plataforma.
En este escenario, el eje de los debates se trasladó a temáticas que rozan la superficialidad, y los contenidos de los mensajes emitidos por las figuras políticas comenzaron a responder a las exigencias técnicas de las redes sociales, lo que derivó en un importante vaciamiento del contenido político como tal. Ocurrió lo que se conoce como homogeneización política, es decir, la desideologización y despolitización de los mensajes con el fin de llegar a la mayor cantidad de personas posibles. El comunicador político Mario Riorda explica que se trata de un proceso que busca banalizar el contenido propio o específico de una figura política o gobierno para poner la atención en hechos que, por su naturaleza, pueden interesar a un público amplio e inespecífico.
La política encontró en las redes sociales una forma de expresión más inmediata, efímera, personal y, sobre todo, impune. Los anuncios del nuevo gobierno comenzaron a conocerse de manera informal a través de las cuentas personales de los funcionarios o se podían anticipar explorando los “Retweets” del presidente, que también aprovecha para dar “Me gusta” a publicaciones de índole sexual que tratan tanto a sus opositores como a los sectores más dialoguistas de “putitas del peronismo”.
Si bien la hostilidad, diferencias y conflictos siempre fueron una característica esencial de todo proceso político, la exposición y carácter de las internas nunca habían estado al alcance de cualquier usuario que tuviera interés de intervenir. La posibilidad de dirigirse a las figuras políticas de forma tan directa, sin ningún tipo de regulación o censura es algo propio de esta era digitalizada, por lo que las formas de adaptación y abordaje por parte de las figuras políticas pero también de la sociedad están siendo construidas desde cero.
Sin duda alguna, la política como forma de vinculación humana —junto con sus dinámicas, agenda, lenguaje y alcances característicos— se ha transformado a la par de los avances tecnológicos y digitales de los últimos años. Entender estas nuevas formas de hacer y pensar estas relaciones permite comprender las lógicas de una sociedad que cada vez tiene más interacción directa con el gobierno, los funcionarios y las figuras políticas en general. Resulta fundamental preguntarnos a dónde nos dirigimos con una política que proyecta a través de contenidos deliberadamente banalizados y qué futuro nos depara seguir potenciando una vinculación humana desde lo digital, con todo lo que implica. El borramiento que las redes sociales han hecho de los límites entre los debates de índole político o personal deja en evidencia que aquello que pase en el plano político, probablemente repercuta en el plano personal. Por supuesto, también a la inversa.